Gran final de un excelente libro:
“Añadiré que, tras haber comprendido
lo que debe comprender, tras haberse compadecido del dolor de los demás seres,
el budista se percata de que no le queda otro modo de vida cotidiano que la alegría.
Es como si ese estado, que todavía no es la felicidad pero que se aleja
radicalmente de la resignación, se impusiera a él sin el haber intentado de
ninguna manera conquistarlo. Si has eliminado las lamentaciones inútiles y el
miedo al futuro, si no incrementas el sufrimiento por culpa de la idea que te
haces de él, si ya no ves a los demás como enemigos potenciales, si no esperas
de tus donaciones más que la dicha de dar y si la muerte ya no te parece un
final, entonces permanecerá ante ti la dicha del mundo y del instante presente:
la alegría que proporciona un rayo de sol, una sonrisa o una flor. Esa alegría,
que a usted se le ha manifestado a través de un brillo en la mirada de nuestros
monjes, se sitúa más allá de las nociones de esperanza y desesperación (…).
Y la alegría respeta el dharma, a los
demás seres y el espíritu.
La alegría es la única solución.”
Paco Rabanne La Iluminación del
Budismo
En
los tiempos gozosos del Tao
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